“Llega una mujer de Samaria a sacar agua.
Jesús le dice: “Dame de beber”
(Jn 4, 7)
Estamos pisando en las tierras de Samaria. Tierra que
nos va provocando en este año 2014 en el Camino de Revitalización de las
Pastorales de la Juventud. Tiempo de reconocer y convivir con la juventud de
nuestro continente. “Samaria” que vamos saboreando y desvelando juntos en este
movimiento nos va desinstalando y haciéndonos romper nuestras distancias
culturales, religiosas y sociales.
En el tiempo de Jesús vivir en Samara significaba
vivir al margen, en la exclusión. Ser samaritano era ser víctima de la
discriminación, del prejuicio, del aislamiento del pueblo judío. Ser samaritano
era cargar el estigma de la exclusión. Por ser considerados impuros, eran
considerados la peor raza existente. Carlos Mesters e Francisco Orofino nos
ayudan a entender ese contexto: los samaritanos eran despreciados por los
judíos. Este desprecio venía desde lejos, desde el siglo VIII antes de Cristo
(2Rs 17, 24 – 41) y trasparece en algunos libros del Antiguo Testamento. El
libro de Eclesiástico, por ejemplo, habla de un “pueblo necio que vive en Siquén,
que ni siquiera es nación” (Eclo 50, 25 – 26).
Muchos judíos de Galilea, cuando viajaban para
Jerusalén, no pasaban por Samaria. El Evangelio de Juan muestra a Jesús
haciendo lo contrario, pasando por Samaria y acogiendo los samaritanos. Por
causa de esto, era criticado por los judíos que lo agredían diciéndole
“samaritano, poseído por un demonio” (Jn 8, 48). Después de la resurrección,
los seguidores y las seguidoras de Jesús, superaron sus prejuicios y anunciaron
la Buena Nueva a los samaritanos (Hch 8, 4 – 8). En las “comunidades del
Discípulo Amado” había muchos samaritanos.
En esta reflexión y vivencia queremos mirar para Jesús
y pensar: ¿en cuáles “Samarias” nosotros necesitamos entrar y cuáles “Samarias”
necesitamos acoger? ¿Quiénes son los discriminados de hoy en una cultura que
“se cree” superior? ¿Quiénes son hoy los excluidos? Entre los/as jóvenes,
¿quiénes son los/as samaritanos/as? ¿Los/as jóvenes que están en las periferias
de las grandes ciudades? ¿Los/as jóvenes del campo? ¿Los/as jóvenes negros/as?
¿Las mujeres jóvenes? ¿Los/as jóvenes homosexuales y lesbianas? ¿Los/as jóvenes
portadores de necesidades especiales? ¿Los/as jóvenes que luchan por sus
derechos? ¿Los/as jóvenes migrantes? ¿Los/as jóvenes que cuestionan? ¿Los/as
jóvenes ateos/as o de otras religiones? ¿Quiénes son hoy, los/as jóvenes que
están excluidos, que sufren con el prejuicio?
Jesús y la Samaritana son ejemplo de que la
aproximación, la acogida y el dialogo quiebran todo lo que nos separa. Hay
disposición de los dos lados para entrar en la vida y en la cultura del otro.
El diálogo transforma a la samaritana que va a anunciar: “vengan a ver un
hombre que me dijo todo lo que hice, ¿no será este el Mesías? El diálogo
transforma también a Jesús que percibe en ella, lo diferente, la presencia de
Dios.
¡De cuántas realidades juveniles necesitamos
aproximarnos! ¡Cuántas y cuántas realidades necesitan el reconocimiento de lo
divino que brota de ellas y las hace sagradas! ¡Cuánto nos falta desarrollar
nuestra capacidad de diálogo, de escuchar, de hablar con ternura y cuidado! ¡Es
el maestro quien nos pide revitalizar nuestro camino, el camino de la juventud!
¡Vamos a
llenar nuestros baldes de diálogo, de acogida, de aproximación, de ternura… y
con ellos, llenos, vamos rompiendo las estructuras y fronteras que nos impiden
amar…!
Mantra:
Con diálogo y amor, de la exclusión,
Jesús nos salvó.
Caminando con la juventud, la buena
nueva, él nos anunció.
Autores:
Cladilson Nardino, estudiante de Ing. Civil,
miembro de
la coordinación arquidiocesana de la PJ de Curitiba (Paraná)
Luis Duarte Vieira, Novicio jesuita y militante de la Pastoral de la
Juventud
Maicon André Malacarne, Padre, asesor de La Pastoral de la Juventud
de la Diócesis de Erexim (Rio Grande do
Sul)
Traducción:
Katiuska F. Serafín Nieves sjt
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