“Haz , Señor, que podamos ver tu amor y que
tu salvación nos toque a todos”
(Salmo 85, 8)
Era mediodía. El sol ardía sobre nuestras pieles.
Estamos con Jesús y con las juventudes en Samaria.
Rompiendo
el silencia, en la comunión de los corazones, un joven marcado por el dolor y
el amor de su vida, le preguntó a Jesús:
-
¿Por qué hay tanto odio? ¿Tanto dolor? ¿Tanto sufrimiento? ¿Por qué tanta muerte? ¿Tanto tráfico de personas?
Jesús
miró aquel joven. Lo miró a los ojos, sintió sus dolores y sus amores, sus
luchas y sufrimientos.
- Es que todavía falta compasión, todavía falta
amor.
Inmediatamente
una joven le pidió:
- Señor, enséñanos sobre a compasión
Jesús miró a los ojos de los/as jóvenes que se
encontraban allí. Y ahí estábamos todos. Todas las juventudes de nuestro
Continente. Miró. Amó. Y contó:
“Bajaba
un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de bandidos que después de
haberlo despojado de todo y de haberlo molido a golpes, se fueron, dejándolo
medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote, quien al verlo
pasó por el otro lado de la carretera y siguió de largo. Lo mismo hizo un
levita al llegar a ese lugar: lo vio, tomó el otro lado del camino y pasó de
largo. Pero llegó cerca de él un samaritano que iba de viaje, lo vio y se compadeció.
Se le acercó, curó sus heridas con aceite
y vino y se las vendó. Después lo puso en el mismo animal que el
montaba, lo condujo a un hotel y se encargó de cuidarle. Al día siguiente, sacó
dos monedas y se las dio al hotelero, diciéndole: “cuídalo. Lo que gastes de
más, yo te lo pagaré a mi vuelta”. (Lc 10, 30, 35)
Se hizo un largo silencio, porque delante de la
compasión sólo nos queda el silencio, silencio de acogida y de dejar la
historia hacer carne en nuestra carne. Silencio del amor. También, silencio de
las veces que somos egoístas con los dolores y heridas de la humanidad.
Silencio que nos hace amar y revisar la vida.
De repente una joven exclamó:
-
¡Ojalá que de nuestro pozo, en el servicio a la juventud, broten corrientes de
compasión que inunden nuestras vidas. Que llenen a la humanidad de amor y
cuidado!
Todos/as
respondieron a una sola voz:
- Amén.
Mantra:
¡Compasión,
tu enseñaste a nuestros jóvenes con tu amor!
En
nuestros pozos, tienes agua viva para la humanidad, cuidado y amor…
En
nuestros pozos, tienes agua viva para la humanidad, cuidado y amor…
Autores:
Cladilson Nardino, estudiante de Ing. Civil,
miembro de
la coordinación arquidiocesana de la PJ de Curitiba (Paraná)
Luis Duarte Vieira, Novicio jesuita y militante de la Pastoral de la
Juventud
Maicon André Malacarne, Padre, asesor de La Pastoral de la Juventud
de la Diócesis de Erexim (Rio Grande do
Sul)
Traducción:
Katiuska F. Serafín Nieves sjt
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